18 de noviembre de 2007

Una Experiencia Intercultural



Vivir, aunque sea por un período corto de tiempo, en un país con una cultura muy diferente a la propia, resulta difícil para muchas personas, especialmente cuando dicho país se encuentra distante, no sólo geográficamente, sino también, en cuanto a sus costumbres, tecnología e idiosincracia popular.
Irene Arends, una joven holandesa, fue una de las personas con la que conversamos los creadores del blog para conocer acerca de su experiencia intercultural.
Al entrevistarla -en más de una ocasión-, comentó, que al llegar a nuestro país se llevó una sorpresa decepcionante: Argentina no era aquel país del primer mundo del que había oído hablar en Países Bajos. Había mucha pobreza, las calles se encontraban sucias y el progreso era bastante inferior con respecto al de su tierra natal. También quedó asombrada con el poco valor que se le otorgaba a la cultura del estudio y del trabajo.
Con esta perspectiva, y en un país con una lengua radicalmente distinta a la propia, debía vivir durante seis meses, tratando de que su experienia fuese lo más enriquecedora posible. Fue allí, donde donde entró en juego una peculiar cualidad-virtud que tenemos los argentinos: la calidez humana. Ésta era difícil de hallar en su país y en Europa en general, donde los tiempos se hallan tan fragmentados y repletos de actividades, que no les permiten a sus habitantes darse cuenta de todo aquello que sienten y necesitan sus semejantes.
“En Holanda, cada persona desarrolla su vida independientemente de su familia, aunque habiten la misma casa”- dijo Irene frente a uno de nuestros interrogantes-. “Incluso, cuando terminamos de estudiar en high school (escuela secundaria), generalmente nos mudamos a un departamento cerca de la universidad donde estudiamos, o de nuestros trabajos. Además la gente no es muy expresiva ni cariñosa”.
Fue así que, con el apoyo incondicional de su familia de interambio, y el afectuoso acogimiento de los ciudadanos de esta nación, logró, en no más de un mes y medio, aprender a hablar lo básico del catellano, y pudo aprovechar esta rica experiencia que eligió para su vida, acrecentando su acervo cultural.
De esta manera, basados en lo charlado con Irene y otros extranjeros, podemos decir que, situarse en una realidad nueva, conviviendo con costumbres distintas, hábitos sociales extraños a los nuestros, y personas desconcidas, es concretamente difícil, y amoldarse a ella no depende sólo de nosotros, sino también de quienes nos rodean en ese momento.


Emmanuel García

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