2 de junio de 2014

Materialización cultural: el monumento histórico

“La identidad cultural de un pueblo viene definida históricamente a través de múltiples aspectos en los que se plasma su cultura, como lengua, instrumento de comunicación entre los miembros de una comunidad, las relaciones sociales, ritos y ceremonias propias, o los comportamientos colectivos, esto es, los sistemas de valores y creencias. (…) Un rasgo propio de estos elementos de identidad cultural es su carácter inmaterial y anónimo, pues son producto de la colectividad. Precisamente por ello el ‘monumento histórico’ es especialmente eficaz como condensador de estos valores, es decir, por su presencia material y singular: frente al carácter incorpóreo de los elementos culturales citados, el ‘monumento’ es, por el contrario, un objeto físicamente concreto que se reviste de un elevado valor simbólico que asume y resume el carácter esencial de la cultura a la que pertenece; el ‘monumento’ compendia las preeminentes capacidades creativas y testimoniales de esa cultura. El reconocimiento de ese valor, hasta el punto de identificar a una cultura por el conjunto de sus monumentos fue un proceso arduo y prolongado que, (…), culminó en el siglo XIX. Sin embargo, esta identificación de una determinada cultura o civilización con sus monumentos llevó a postergar el interés por una multitud de objetos dotados de una capacidad documental, más o menos compleja, como testimonios de cultura, y, como tales, igualmente insustituibles. La necesidad de superar, o completar, el concepto de ‘monumento’ para lograr una noción más amplia que integrara a todos estos objetos hasta entonces relegados ha dado lugar a la formulación y desarrollo, durante la segunda mitad del siglo XX, del concepto moderno de ‘bien cultural’.”


Ignacio González Varas: Conservación de Bienes Culturales, Cátedra, 1999.

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